lunes, 1 de diciembre de 2014

Desire Charnay Mitla

Desde el tempestuoso y romántico siglo XIX surge el ojo viajero, ese lente primigenio e incontrolable del explorador y arqueólogo francés Claude Désiré Charnay, precursor de la mirada documentalística, que logró retratar importantes sitios arqueológicos en el México posterior a las guerras de independencia. Esta mirada al pasado es lo que se presenta en la exposición La memoria revelada. El surgimiento de la fotografía arqueológica, inaugurada recientemente en el Antiguo Colegio de San Ildefonso  





La muestra trae al público esta obra poco conocida en México de uno de los más substanciales fotógrafos aventureros que registró a partir de su cámara el mundo precolombino. El valor de estas imágenes radica en que permiten al arqueólogo de nuestros días, y al público en general, redescubrir las condiciones de los monumentos en aquella época, señaló el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, quien fungió como curador de la muestra.
Para ilustrar, desde la piedra ancestral, la portentosa gesta visual del explorador francés Charnay, se exhiben piezas arqueológicas concernientes a la cultura maya. Asimismo, se presentan objetos que dan cuenta de la importancia documental, para la historia de la arqueología en México, y la visión del pasado mesoamericano, que fueron sustraídos al tiempo por la caprichosa lente de este fotógrafo viajero.
La exposición presenta 67 fotografías para ser exhibidas por primera ocasión en México y que fueron concebidas por el francés entre 1859 y 1882, en diversos lugares arqueológicos de importancia sustancial.
Désiré Charnay paseó su lente entre Monte Albán, Mitla, Chichén Itzá, Uxmal, Yaxchilán, Palenque, Comalcalco, Tula y Teotihuacán, además de otros sitios arqueológicos. Durante los años antes mencionados, el fotógrafo realizó tres diferentes viajes al corazón del México primigenio.
Imagen revelada, en el Antiguo Colegio San Ildefonso
En entrevista, Ery Camara, Coordinador de Exposiciones y Registro de obra del Antiguo Colegio de San Ildefonso, relató que se trata de una colección poco conocida. A través de estas fotografías decimonónicas que rescatan la esencia en torno al hallazgo de estos monumentos, podemos tener aquí un pedazo de la historia de México. Esta colección, además de su valor histórico y estético, ayuda a reflexionar sobre la conservación de estos espacios: "Podemos entender en qué estado de deterioro estaban antes y constatar, desde las fotos, sobre las cosas que se han perdido en estos centros arqueológicos; ya sea por causas de la naturaleza, hurto u otras cuestiones", complementó Camara.  
La imagen fotográfica y el paso del tiempo
De igual modo, el Coordinador de Exposiciones y Registro de obra, explicó que las fotografías de Claude Désiré Charnay representan un gran nivel de complejidad, por la forma en que fueron tomadas; si uno se da cuenta, todo el trabajo de expedición que hacía Désiré Charnay fue heroico, al igual que el de los que convirtieron estas fotos en grabados. Las placas que empleaba este artista, a partir de baños de nitrato de plata para su revelación, implicaban un arduo trabajo. No puede ignorarse el inconveniente que representaba en aquella época conseguir los diversos materiales que se requerían y la manera en que el francés tuvo que improvisar productos para obtener las tomas fotográficas, además del manejo de la tecnología recién desarrollada de nombre Colodión Húmedo. "Désiré Charnay era un terco apasionado, lo cual me agrada mucho de él, puesto que aunque perdiera irremediablemente tres semanas de trabajo, él siempre decía : No importa, voy a regresar", concluyó Camara.
Este visionario hizo aportaciones sustanciales al terreno de la fotografía, alguno de los expositores lo llamó "uno de los últimos alquimistas". Ahora, desde sus marcos, estas fotos parecieran producto de la magia y el azar, pero no debemos olvidar que gracias a la labor de este viajero se pudo ampliar de manera significativa el alcance de esta nueva tecnología a partir de la documentación de ruinas y otros objetos del tiempo: con cámara en mano y un cargamento de mil 800 kilos en material fotográfico, a la usanza de los documentalistas de nuestros días pero con todo en contra, el francés cruzó a través del hostil territorio que era el México de aquellos días, en medio de la situación política en la que estaba sumergido el país, sólo para plasmar fuera del tiempo los templos perdidos de eras remotas. 

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